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“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Hebreos 11: 1 La fe en Dios es un poder que salva vidas. No es un sentimiento. No, es una creencia en el poder de Dios para salvarnos al límite del pecado el cual debemos conseguir para combatir, y luego luchar para retenerlo durante toda nuestra vida. Pero cuando nos aferramos a la fe, experimentamos el tremendo poder que tiene para cambiar nuestra vida completamente. ¿Pero cómo? ¿Cuáles son los beneficios reales de vivir una vida de fe en Dios? El Antiguo Testamento está lleno de historias de personas que experimentaron milagros a través de la fe. Incluso hoy, comúnmente, nos referimos de ellos como "héroes de la fe". Piensa en David. Aunque era un joven, creía sin lugar a dudas que Dios le ayudaría a vencer al gigante Goliat. No se detuvo a racionalizar, y  calcular cuánto más grande que él, era el gigante, y cuántos años más de experiencia de batalla tenia, etc. Él eligió creer en Dios, y siguió adelante en fe. Y por su fe, salvó al ejército israelita de los filisteos. Existen innumerables ejemplos de milagros que Dios realizó, a través y para los héroes de la fe. Y sin embargo, el milagro más grande de todos, es el milagro que Dios realizó en Jesús, y lo hará en cada uno de nosotros que creemos. Él nos ayudará a luchar contra el pecado y derrotarlo, hasta el punto en que ya no seamos tentados a pecar, y llenos de virtudes en su lugar. Él nos transformará para que se convierta en nuestra propia naturaleza reaccionar con paciencia en lugar de impaciencia, agradecimiento en vez de quejarse, etc. ¡Ahora esto es un milagro! Y si creemos en Dios, este milagro tendrá lugar dentro de nosotros. “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” Hebreos 11: 39-40. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” 2 Pedro 1: 3-4.